VII Congreso Internacional de la ASEAF: España refuerza el papel de las familias acogedoras

El anuncio de la ministra Sira Rego en Valencia abre una etapa decisiva para miles de niñas y niños en situación de desamparo

 

HoyLunes – En el auditorio del VII Congreso Internacional de la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (ASEAF), celebrado en Valencia, la ministra Sira Rego tomó la palabra con una serenidad firme, de esas que anuncian que algo más profundo que una simple medida administrativa está en marcha. Desde el primer minuto, su mensaje —respaldado por información oficial del Gobierno publicada en La Moncloa— dejó claro que España se prepara para dar un salto decisivo en la protección de la infancia en situación de desamparo.

Rego no habló en abstracto. Habló de vidas reales, de menores que necesitan un hogar y de familias que, con una mezcla de generosidad y compromiso cívico, les ofrecen una oportunidad de crecer acompañados. “Acoger —dijo— no es un gesto íntimo ni una anécdota privada, sino una manera concreta de ampliar la comunidad y redefinir qué significa cuidar”. La frase, citada en la nota oficial del Ministerio de Juventud e Infancia, resonó entre los asistentes como una declaración de principios más amplia que cualquier norma.

La ministra quiso subrayar que el acogimiento familiar no solo transforma la vida del menor, sino que influye directamente en el tipo de sociedad que queremos construir. Y lo dijo con la precisión que exige un asunto tan sensible: acoger no es caridad, sino responsabilidad y justicia social. Una idea que, lejos de ser retórica, refuerza el eje moral del anuncio legislativo que presentó: el nuevo Real Decreto sobre los sistemas de acogimiento, que será elevado al Consejo de Ministros a comienzos del próximo año, priorizará el acogimiento familiar sobre otras formas de tutela.

El texto incorpora aportaciones de ASEAF y plantea que las administraciones deberán garantizar formación, apoyo y recursos para las familias acogedoras. Un punto clave para evitar que la buena voluntad se vea sobrepasada por la complejidad del proceso. El decreto también eliminará obstáculos que, según la ministra, “no protegen, sino que entorpecen”. El ejemplo más claro es la imposibilidad actual de obtener doble idoneidad —acogedora y adoptante—, una restricción que Rego calificó de injustificada y contraproducente.

Infancias que vuelven a crecer acompañadas, gracias al acogimiento familiar.

Quienes trabajan a diario en el acogimiento familiar conocen bien esas barreras. No son solo trámites: son vacíos, demoras, silencios administrativos que pueden decidir el destino de un menor. Por eso la ministra insistió en que el Gobierno seguirá trabajando junto a ASEAF para identificar y resolver estos problemas y convertir esa voluntad política en obligaciones administrativas claras.

Más allá del contenido jurídico, la intervención de Rego reflejó algo más difícil de legislar: un cambio de mirada. El acogimiento, tradicionalmente percibido como una opción secundaria o transitoria, empieza a ocupar el lugar que le corresponde dentro de la protección de la infancia. No como un gesto extraordinario, sino como la vía principal para garantizar una vida digna, estable y afectiva a menores que, por razones diversas, se han quedado sin la estructura básica de un hogar.

Para muchas niñas y niños, esa diferencia es total: pasar de una institución —por necesaria que sea— a un entorno familiar puede marcar la distancia entre crecer acompañados o sobrevivir en el margen. Y por eso este anuncio legislativo no es menor. Implica repensar cómo entendemos la infancia, qué tipo de red queremos construir a su alrededor y qué papel tiene la sociedad frente a quienes aún no pueden decidir por sí mismos.

El discurso de Sira Rego no solo presentó un decreto: abrió una reflexión sobre el valor del cuidado y sobre la responsabilidad colectiva frente a la vulnerabilidad. En un país que busca reforzar sus sistemas de protección, su mensaje invita a reconsiderar el peso simbólico y práctico del acogimiento familiar.

Si el nuevo marco normativo logra transformarse en políticas reales, sostenibles y bien acompañadas, España podría dar un paso definitivo hacia un sistema que sitúe a la infancia —toda la infancia— en el centro. Porque acoger, insistió la ministra, no es una excepción ni un sacrificio: es una forma de justicia social. Y en esa justicia se juega, en silencio, la dignidad del futuro.

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